lunes, 7 de junio de 2010

Otoño. Trabajo Práctico nº 2

Debate: Trabajos Prácticos de Escritura Inicial (nº 1 y 2). Elaborar un texto con las palabras del grupo de “OTOÑO”. 

Todos los otoños me pasa igual. Al iniciar cada día, cuando todo el mundo comienza a abrigarse y les fustigan las primeras toses, yo me embuto en mi uniforme de explorador y me dispongo a cazar hojas muertas. Ya sé que todos por la calle me miran, restregándose las lagañas, que se quedan perplejos cuando me ven pasar hondeando mi cazamariposas. Y los más osados hasta me preguntan: ¿Adónde vas? A cazar hojas, les digo yo. ¿A cazar hojas? Sí, a cazar hojas.
No sé yo porqué a los demás no les pasa, pero a mí, cazar hojas me produce una intensa sensación de calma. Ya sea mientras estoy llevando a cabo mi gran tarea o mientras las voy clasificando una por una, una vez llego a casa.
Que digo yo: si otros coleccionan mariposas o escarabajos, y eso les calma el escozor del espíritu ¿Porqué no voy yo a poder cazar y clasificar hojas? Pero no hojas vivas, arrancadas a tirones de los árboles, que sería algo así como ir jalando pelos de la gente; sino hojas muertas y bien muertas. Ahora, eso sí, la gracia está en esperar el instante preciso en que la hoja cae de la rama y muy obediente se deja arrastrar por la brisa, en extático planeo. Ese es el exacto momento para salir de mi puesto y, red en ristre, recogerla con soltura, de un solo golpe seco, ¡Zas! , y a la bolsa.
Luego, cuando ya he acopiado un buen montón, me las llevo a casa y, con mimo, me dispongo a clasificarlas. En primer lugar, las distribuyo sobre la mesa, formando una curiosa alfombra variopinta. A veces tengo la sensación de que parecen contener mensajes, tal y como las he distribuido. Me fijo bien y quiero adivinar signos e ideogramas de culturas para mí desconocidas. Menos mal que estoy bien en mis cabales y que, como no sé interpretar ninguna lengua oriental ni lejanamente exótica, no puedo asegurar que realmente sean lo que me parecen. Pero casi, casi podría asegurarlo.
Una vez hecho esto, disfruto de la placidez del momento de la selección, un intenso regocijo al elegir la que será la representante especial en mi muestrario. Voy seleccionando tranquilamente las mejores de su tipo, el arquetipo más hermoso, según su forma, al modo de Platón: la aserrada, la extraña hoja digitada, la cuneiforme, con su particular forma de pico de pato y otras miles de formas. Todas ellas, bellos exponentes de una idea singular, una idea que me ayude a desentrañar la intrincada arquitectura del mundo. Mi empeño es que de la bella forma de las hojas muertas, intento captar su esencia y a través de ésta, por simpatía, llegar a la viva esencia de las cosas. Ese es mi afán y esa mi búsqueda.
Finalmente, en mi tarea, cuando tengo determinado a qué idea pertenece cada hoja, dispongo cada ejemplar en un cajoncito de cartón diferente, que pulcramente confecciono con mis propias manos. Y les pongo nombre de reinos remotos, de montes estratosféricos, de personajes de cuentos perdidos, de héroes mitológicos venidos a menos o de monumentos ya desaparecidos de la faz de la tierra. Nombres que no sugieren nada a quien los lee, pues todos ellos ya hace tiempo que no viven en nuestras mentes (como las hojas muertas dejaron de habitar la copa de los árboles), pero que, a mi entender, simbolizan la esencia extraída de cada hoja, su esencia más pura
Indefectiblemente, al final de cada día, y una vez he terminado mi labor diaria, me explayo un poco dando largos paseos a la luz del atardecer. Acabada ya la jornada laboral, con el sol declinando y mi ánimo expedito (yo diría incluso que hasta renovado, como en los inicios del día), vuelvo a disfrazarme de urbanita desalmado. Vuelvo a ser uno más que vive su otoño como lo viven todos.
Oteo el horizonte, veo bandadas de patos, charranes o zorzales que migran hacia tierras más apacibles, menos inclementes. Observo las nubes, con parsimonia y deleite, ora receloso, ora resignado. Advierto un tímido viento que va encrespando mi melena por momentos. Al rato, una fina manta de tibia agua va empapando mi ser y me insufla en mi fuero interno muy quedo, muy quedito, las órdenes y leyes que la Naturaleza, la gran poseedora de todos los secretos, tiene a bien revelarme.

7/06/09

No hay comentarios:

Publicar un comentario